miércoles, 11 de julio de 2012

Malas prácticas y errores terapéuticos

Publicado originalmente en: "Actualidad Clínica en Psicología".

¿Cuáles son los peligros de acudir con un “terapeuta” improvisado, o a una terapia falaz? La mayoría de los “terapuatas” involucrados en métodos falaces suelen ser personas que realmente están convencidas de la efectividad de la psicoterapia que promueven ignorando la dinámica profunda y delicada de los procesos psíquicos, sin darse cuenta que el tratamiento con el cual trabajan carece de fundamento, efectividad y relevancia sanitaria. Algunos tienen conocimientos parciales en psicología, y otros simplemente leyeron un libro que les inspiró, y quieren universalizar su sentimiento a través de una “nueva técnica”. Debido a que carecen de la formación profesional que conlleva dedicarse a la salud mental representan un riesgo a la salud de los pacientes por los errores terapéuticos que sólo se pueden evitar con una formación sólida, una supervisión continua, y un estricto apego a las normas éticas y deontológicas de los profesionales sanitarios. 

Los más comunes son: 

Fortalecimiento del síntoma: Ocurre cuando el terapeuta, con el afán de ganarse la simpatía de sus pacientes, se enfoca en reforzar los rasgos más conscientes y racionales del cuadro clínico para que el paciente “note que hay un cambio” o que “la terapia le está funcionando”. Esto trae como consecuencia un reforzamiento de la sintomatología y una relación de complicidad con el terapeuta donde el paciente cae en el espejismo de la mejoría por el simple hecho de que “el psicólogo dice que todo va bien” o que “está haciendo lo correcto”. 

Ejemplo típico: Una paciente llega a terapia porque su matrimonio de 5 años va mal; siente que ella pone todo de su parte y es su marido quien parece no estar interesado en seguir con la relación. Cuando la paciente aborda el tema del divorcio como la mejor opción, la “terapeuta” pone de ejemplo su propia experiencia ilustrando que el divorcio es lo mejor que le ha pasado en la vida. Esta situación alienta a la paciente a disolver su matrimonio siguiendo el ejemplo de su “terapeuta”. En realidad el matrimonio no ameritaba una separación, y con los años, la paciente nunca puede volver a mantener una relación estable. 

Simplificación del evento: Se debe a una incapacidad del terapeuta para identificar la magnitud que un evento, idea o concepto tiene para un paciente, haciendo una interpretación simplista del mismo. Esto conlleva a sugerir acciones o ideas que alejan todavía más al paciente de su realidad, empeorando el cuadro. 

Ejemplo típico: Un padre de familia acude a terapia porque no puede con las presiones del trabajo, el reciente despido de su mujer, y el hecho de que en tres meses dos de sus hijos entran a la universidad. El “terapeuta” le dice que con unas vacaciones podrá aclarar sus ideas, sin embargo, en las vacaciones el paciente no puede dejar de pensar en sus problemas y cae en una profunda depresión al darse cuenta que su estrés lo persigue a donde vaya. 

Actuación de la Transeferencia: La transferencia es un fenómeno que ocurre en todas las interacciones humanas, y que en la psicoterapia forma parte de los elementos que el terapeuta analiza. Se trata de revivir, recrear o trasferir emociones, conductas o sentimientos del paciente en el entorno terapéutico. La actuación de la transferencia ocurre cuando el “terapeuta” cree que esos sentimientos, conductas o emociones son legítimos y corresponde a los mismos llevándolo a nulificar la efectividad terapéutica del tratamiento, poniéndose a merced del paciente. 

Ejemplo típico: Un paciente le dice a su “terapeuta” que está desesperado porque no encuentra trabajo y tiene miedo de terminar endeudado con muchas personas. El “terapeuta”, comprendiendo la situación, condona sus honorarios hasta que el paciente sea capaz de encontrar trabajo. Tras acumular dos meses de tratamiento a pagar, el paciente desaparece, dejando al “terapeuta” como una persona más a quien el paciente le debe dinero. 

Síndrome del falso recuerdo: Ocurre cuando el “terapeuta”, en su afán por encontrar recuerdos de la infancia del paciente posiblemente relacionados con el cuadro clínico actual, comienza a inducir ideas, sentimientos e imágenes para provocar en un paciente un recuerdo de lo que “el terapeuta cree que pasó”. Los peligros de este síndrome van desde desequilibrios emocionales severos, destrucción del seno familiar, hasta el suicidio. 

Ejemplo típico: Un paciente comienza a presentar un cuadro de incontinencia urinaria en su primer trabajo, aunado a mareos y hormigueo de brazos y piernas. Una vez que se descarta enfermedad médica, el paciente acude con un “terapeuta” quien rápidamente asocia los síntomas con antecedentes de abuso sexual durante la niñez del paciente. El “terapeuta” asocia la figura del jefe en el trabajo con un tío a quien el paciente le tenía mucho miedo de niño, y reconstruye que el jefe en el trabajo le recuerda los abusos que su tío le propinaba cuando niño. El paciente se convence de esta situación y siente que su familia le ha arruinado la vida, dándose a la bebida. 

Esclavización del paciente: Ocurre cuando un “terapeuta” llena sus insatisfacciones personales con pacientes dependientes. Sólo recibe pacientes devotos, que pagan sus honorarios a prontitud, y siempre están dispuestos a modificar los esquemas de citas a la voluntad del terapeuta. Esto genera una relación patológica de dependencia que no tiene ningún beneficio para el paciente, y sólo sirve al “terapeuta” para cubrir sus carencias. En casos extremos, los pacientes se convierten en una especie de secta donde el terapeuta es una variedad de guía espiritual. 

Ejemplo típico: Un paciente que lleva 5 años con su mismo terapeuta se entera de que el terapeuta pronto se irá de la ciudad y entra en crisis. Parte del tratamiento para evitar esta crisis se enfoca en que el paciente busque trabajo en la ciudad donde el “terapeuta” se muda abandonado su familia y amistades con tal de continuar con el tratamiento. Al poco tiempo el “terapeuta” es la única persona con la que el paciente cuenta para darle continuidad a su vida en una ciudad distante y desconocida. 

Explotación sexual: Es toda situación donde el “terapeuta” se relaciona con el paciente de forma distinta a la que tiene que ver con el tratamiento. Dado que el terapeuta cuenta con información privilegiada sobre la vida del paciente, establecer cualquier tipo de relación con éste durante o después del tratamiento está vetado en el código ético de los profesionales de la salud mental. Ninguna modalidad terapéutica justifica el establecimiento de vínculos sexuales con los pacientes como parte del tratamiento, incluso si es el deseo manifiesto del paciente. Esta práctica también incluye la exploración física injustificada fuera de todo contexto clínico como masajes vaginales, felación o caricias en partes íntimas con el argumento de ser “terapéuticas”. 

Ejemplo típico: Un paciente acude a terapia porque nunca ha podido establecer una conversación con las mujeres, y siente que no es atractivo para ellas. Su “terapeuta” es la primera mujer con la que se siente a gusto platicando sobre sus dificultades relacionales. Esta “terapeuta” se siente halagada y considera que establecer una relación amorosa con el paciente puede ser terapéutico para demostrarle que sí puede salir con mujeres. Al terminarse la relación, el paciente trata de repetir este patrón seduciendo doctoras jóvenes con un cuadro hipocondríaco que con el tiempo deriva en impotencia. 

Señales de alarma para identificar malas prácticas Además de los errores terapéuticos arriba listados, la Asociación Americana de Psiquiatría, el Real Colegio de Psicólogos del Canadá, y varios otros grupos colegiados han hecho públicas en diversas ocasiones las señales de alarma que los pacientes y familiares deben observar para identificar cuando un psicólogo está desviándose de su deber profesional. 

El Dr. Stephen Barrett ha condensado estas señales en la siguiente lista: 

  • Abrazos o caricias repetitivas hacia el paciente fuera de la norma social 
  • Encuentros terapeuta-paciente fuera del consultorio, o fuera de los objetivos terapéuticos 
  • Ofertas a los pacientes de voluntariado o asistencia no remunerada como parte de su tratamiento que representan un beneficio económico para el terapeuta 
  • Hablar sobre las vidas de otros pacientes en la consulta 
  • Revelar aspectos personales de la vida cotidiana del terapeuta, tal como prácticas sexuales 
  • Dar o recibir obsequios de valor significativo 
  • Referirse a los pacientes con apodos, apócopes, nombres afectivos o como mascotas 
  • Vestir seductoramente o significativamente discordante para el clima o la actividad a realizar 
  • Pasar por alto pagos atrasados de los pacientes y ofrecer descuentos significativos al tratamiento pese a que el paciente puede seguir costeando los costos actuales 
  • Pedirle al paciente pequeños favores, mandados o diligencias a favor del terapeuta 
  • Utilizar información privilegiada obtenida durante las sesiones para el beneficio personal del terapeuta 
  • Hablar de los problemas personales del terapeuta y pedirle su opinión a los pacientes 
  • Cuestionar las creencias religiosas del paciente al tiempo que el terapeuta promueve su fe o sistema de creencias 
  • Promover militancia política en el partido o corriente a la cual pertenece el terapeuta 
  • Ofrecer oportunidades de inversión o de negocio a los pacientes 
  • Motivar a grupos de pacientes a interactuar en rituales sectarios donde serán guiados espiritualmente por el terapeuta 


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